miércoles, 11 de mayo de 2016

Alonso de Grado no era moscón

Crónicas Mosconas 21
Alonso de Grado no era moscón
 Gustavo A. Fernández

 La calle Alonso de Grado es una de las más céntricas e importantes de la villa. En ella se ubican numerosos comercios, viviendas y la propia Casa Consistorial. Antiguamente se llamaba calle Grande y luego del Generalísimo, adquiriendo su actual denominación con la llegada de la democracia. Alonso de Grado es un personaje con una historia fascinante, era un hidalgo que participó en la conquista de América como lugarteniente de Hernán Cortés, fue Gobernador de Villa Rica y se casó con una hija de Moctezuma. Sin embargo, hay que aclarar que Alonso de Grado no era de Grado, pues nació en la villa extremeña de Alcántara a finales del s. XV y su familia, que ocupó cargos en el gobierno local, estaba asentada allí al menos desde el siglo anterior. El error de atribuir a este personaje un origen moscón viene del libro “Grado y su concejo” de Fernández Miranda, pero el resto de referencias, tanto documentales como bibliográficas, indican su nacimieto en Alcántara. Por eso, en el año 2002, Antonio Fernández-Barbón, tristemente ya fallecido, solicitó al Ayuntamiento moscón el cambio de nombre de la calle Alonso de Grado, reponiendo la antigua denominación de calle Grande.

(Publicado en La Nueva España el 9-03-2016)

Nuevas tecnologías

Crónicas Mosconas 20
Nuevas tecnologías
 Gustavo A. Fernández

Hasta hace poco no tenía perfil en Facebook porque simplemente no me parecía necesario. Allá por el año 1997, también me resistía a tener teléfono móvil pues tampoco acababa de verle la utilidad. Pero entonces, durante unas vacaciones con amigos en las Rías Bajas, se nos olvidaron las llaves en el coche de un grupo que ya regresaba para Asturias. Una simple llamada telefónica sirvió para que dieran media vuelta a devolvernos las dichosas llaves. Aquella anécdota me abrió por fin los ojos a la eficacia de los móviles. Algo parecido me ha sucedido recientemente con el Facebook, no creé una cuenta personal hasta que la necesité para poder administrar la página del trabajo. Lo cierto es que la actualizo muy poco, pero hace unos días me llevé una inesperada y agradable sorpresa: después de 27 años se puso en contacto conmigo a través del Facebook una antigua amiga francesa, Lydia, mi corresponsal de aquellos míticos intercambios escolares de Grado con la localidad bretona de Concarneau. Es curiosa la reticencia que los carcamales analógicos como yo tenemos frente a las nuevas tecnologías, muchas veces las tildamos de frívolas y prescindibles, nos cabreamos por las horas que nuestros hijos dedican a los videojuegos, a la tablet, a tuitear… pero al final resulta que estas nuevas tecnologías no dejan de ser unas herramientas que podemos usar tanto para lo bueno como para lo malo.

(Publicado en La Nueva España el 24-02-2016)