Elogio del civismo
Gustavo A. Fernández
Este fin de semana en Edimburgo he
vuelto a sentir esa agradable sensación de civismo. La sociedad británica puede
tener muchos defectos, como todas, pero en las aceras la gente te cede el paso,
se respetan escrupulosamente las colas, no se grita ni se levanta la voz, son
puntuales, no se cansan de repetir “please” y “sorry”… e infinidad de ejemplos de
buenos modales que no son tópicos, sino una realidad que he vuelto a comprobar
estos días. De regreso al aeropuerto de Santander, un señor quiere colarse, los
peatones son como coches de choque que van a por ti, la encargada del parking no
me atiende porque está hablando por teléfono y, en el restaurante, una persona deja abierta de par en par la
puerta del servicio con la luz encendida. Ya sé que está mal visto hablar de la
buena educación en este país de pícaros, donde el que mola es el gamberrete, llamamos
listo al tramposo y tiene razón el que más grita. Decir esto no es ser antiguo
ni carca, nada puede ser más progresista que respetar al prójimo. Aunque quizá
usted, querido lector, no está de acuerdo conmigo y yo puedo contestarle “sorry”
al estilo británico o “jódete” al modo español, lo que usted prefiera.
(Publicado en La Nueva España el 25-11-2015)
No hay día en que a mí no me ocurran anécdotas parecidas y sea víctima de la mala educación de los demás, en ocasiones me he sentido culpable por ceder el asiento a un anciano, o el interior de la acera a una mujer, la expresión de gratitud ante un detalle, por minúsculo que éste sea, etc..... pero curiosamente, hoy mismo, ante la cola de la caja, en un supermercado de Grao, una señora mayor, viéndome, solamente, con una barra de pan, me cedió amablemente el paso. Hay esperanza, pensé. Aún quedamos caballeros y señoras en este país. Alabado sea el Señor.
ResponderEliminarHay esperanza, querido Eduardo, y entre muchas gotitas se hace un mar.
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